Llegado el momento todos, todos no, casi todos, somos unos cobardes. Más tarde o más pronto, todos, todos no, casi todos llegamos a nuestra particular cobardía.
Por eso nunca hay nada que sea una tontería, y puedo asegurar que incluso hay cobardes compulsivos que un día se encuentra con su golpe de valentía.
Y aunque la cobardía sea la madre de la crueldad, como dijo Michel Eyquem de Montaigne, hay que ponerse en el lugar de todos, y en las circunstancias de cada momento. Pero el miedo a perderlo todo, el miedo a que hagan daño a los tuyos hace que la cobardía se convierta en un acto de valentía protectora, la de soportar una crueldad por defender a otros.
Pero no nos equivoquemos, todos, los cobardes y los valientes acabamos muriendo. Sólo hay que decidir como queremos vivir hasta ese momento, pero por desgracia muchos moriremos sin poder decidir como queremos vivir.
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