25 febrero 2009

El enemigo del pueblo


Me ha parecido una opinión muy interesante, que quiero reflejar aquí también. Lo escribe JOVEKOVIC en su blog La Mirada Roja. Se alguien quiere hacer algún comentario les remito a su página original

 

“El ciudadano que aparece en el vídeo de arriba es Emilio Gutiérrez, vecino de Lazkao, en la comarca guipuzcoana del Goierri, uno de los feudos del nacionalismo radical vasco. A Emilio Gutiérrez le reventaron la casa, en el atentado a la sede del PSE de la localidad, y estalló. Nadie puede apoyar una acción así en un estado de Derecho, porque sería dar carta de naturaleza a la ley del Talión en pleno siglo XXI, pero no puede ser que el gesto común entre los políticos sea el de una comprensión distante acompañada de una regañina. Emilio Gutiérrez estaba harto de tener miedo y dijo basta, pero nadie le ha acompañado, lo que es una buena noticia porque, efectivamente, no debe permitirse que nadie se tome la justicia por su mano como una regresión a la sociedad tribal, pero cuando al día siguiente el pueblo apareció lleno de pasquines amenazando al "fascista español" que, por cierto, ha tenido que abandonar el pueblo, los políticos vascos, incluido el lunático de Ibarretxe, deberían haberse presentado como un solo hombre en Lazkao, para apoyar a todos los que cada día viven amenazados por el fascismo etnicista de ETA y su lacayos.

Nada de eso ha pasado, como no ha pasado antes. Los que viven amenazados por ETA saben que nadie está verdaderamente con ellos, y los radicales saben que ese miedo generalizado es el pilar sobre el que se sostiene su tiranía.

He dicho muchas veces que nadie está obligado a ser un héroe, pero tampoco puede permitirse que los dirigentes políticos se comporten como gallinas asustadas, porque se lo deben a los compañeros que cada día se enfrentan al vacío y, aún más, a la posibilidad de una bomba o un tiro en la nuca.

No es aceptable lo que hizo Emilio Gutiérrez, pero si alguien se ha cubierto de mierda, además de los asesinos, ha sido la clase política.

Vergara, diaro Público 26/02/09