27 noviembre 2009

La Universidad y sus lloriqueos

Me consta que en la Universidad el dinero corre en abundancia en cientos de cosas inútiles, y en sueldos de escándalo a unos cuantos catedráticos y profesores, que se pasan muchos meses de curso en viajes de intercambio y en actos variopintos diferentes a la docencia.

Tal vez en lugar de tanto llorar, si se repartieran las cargas de trabajo de otra manera más equitativa, y con unos tiempos de trabajo que se equipararán un poco al del resto de trabajadores, "hay una serie de obligaciones laborales que todos tenemos y que en las universidades se pasan por el arco del triunfo", las cosas funcionarían un poco mejor. ¿Cuántas horas trabaja un profesor universitario? ¿Y de esas horas en que porcentaje está dando clases?

También se tendría que normalizar el acceso a los puestos de trabajo, que se acabarán los peloterismos y amiguismos que tanto acucian al sistema docente (el Gobierno debería subvencionar más a las universidades que garanticen unos criterios de calidad para la contratación del profesorado por encima de vasallajes y enchufismos).

Por otro lado los carísimos edificios de diseño que pueblan las modernas universidades tendrían que dejar paso a espacios más baratos y funcionales que ahorren la carga económica que supone.

Son muchas las soluciones que se pueden realizar desde los diferentes campus en lugar de pasarse el día llorando por la falta de financiación. Para financiar a vagos (y no digo que todos los profesores lo sean) ya están los parlamentos.

La universidad española necesita recursos, pero recursos para su gratuidad (gratuidad siempre entrecomillada, pues ese dinero público debería ser devuelto por los estudiantes una vez tuvieran unos ciertos recursos económicos propios o mediante el intercambio de investigación por los préstamos/becas concedidos), recursos para la investigación. Para lo que no deben de servir los recursos es para llenar los bolsillos de unos cuantos.

Me consta que hay mucho personal docente cansado de luchar por la educación y que están más quemados que la pipa de un indio de pegar palos de ciego, mientras otros se llevan los méritos y los beneficios económicos. La universidad se está convirtiendo en un devora-enseñantes, y en una fábrica de trabajadores dejados, trasnochados y aburridos, y se remedia empezando por arriba, o el fracaso está asegurado (aún habrá quien piense en la vida que se pegan los bedeles).