Digo que la violencia etarra no es tan extraña si vemos como el ser humano es un ser violento por naturaleza. Por más que crecemos intelectualmente, culturalmente, científicamente, la violencia gratuita no acaba de desaparecer en el hombre y en menor medida la mujer.
La violencia la vemos continuamente, la violencia contra la mujer, la violencia contra lo diferente, las violencias religiosas, étnicas. Cuando viajamos vemos la violencia en los conductores, la agresividad malsana. Vemos odios y violencia en el mundo laboral, vemos malos gestos entre vecinos, entre familias.
La violencia etarra no es un producto de la política separatista. En un producto de las miserías del ser humano, de esas miserías que una minoría de los humanos peseguimos en todos los niveles de la vida. Toda violencia engendra violencia, y tan miserable me parece un etarra como el conductor violento que se pasa por el arco del triunfo todas las normas de tráfico, o el que insulta o golpea a su mujer.
La mejor democracia es aquella que protege a los débiles de las mayorías emponzoñadas y violentas. Y como siempre digo, prefiero la democracia más corrupta, a la dictadura (franquista o etarra, estalinista o católica) más amable.
No se si se me entiende, o si me he vuelto a rallar. En fin, uno que está muy quemado de etarras, de conductores insolentes, de machistas, y de mayorías que aceptan las corrupciones de los suyos.
Y mañana la justicia le dará razón a los que dicen estar hartos del Gurtel, a los que están a favor de las corruptelas de los suyos.
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