28 julio 2009

Lance Armstrong

Se cuece en los círculos periodísticos un culebrón protagonizado por el mejor ciclista del Tour de todos los tiempos, y por el que puede ser el mejor ciclista del mundo (Contador). Antes de nada tengo que quitarme el sombrero ante Armstrong, porque ha sido capaz de vencer a doscientos corredores más jóvenes que él, después de cuatro años sin participar en el deporte al alto nivel que se necesita. Demuestra el poderío de este corredor, y demuestra que en el Tour ha sido insuperable durante siete años. Sólo dos jovencitos, Schleck y Corredor han sido capaces de subírsele a la montera.

Armstrong no se lo ha perdonado a Contador, y los que hemos visto el Tour podemos asegurar que el equipo Astaná, en el cual corrían ambos ciclistas, apoyó totalmente al americano en contra de Contador.

El trabajo del americano es su fundación en contra del cáncer también es muy loable, pero como compañero ha demostrado ser un miserable.

A continuación transcribo parte del artículo del diario El Comercio Digital


Historia de una soledad. Sucedió el jueves, unas horas antes de la contrarreloj de Annecy. Contador bajó al vestíbulo del Palacio de Menthon, el lujoso hotel del Astana. El Tour seguía en juego. Miró a la derecha, a la izquierda. Nadie, nada. Ni auxiliares ni coches. Sudor frío. Mirada al reloj. Pero, ¿dónde están?
El hotel dista de la salida varios kilómetros. Y el líder del Tour, en chanclas, bolsa en mano y solo. Entonces entró al hall, buscó un respuesta y la halló: Armstrong había ordenado a los auxiliares ir a recoger a su mujer, sus hijos y sus amigos al aeropuerto. Contador bajo el último porque iba a ser el último en salir en la contrarreloj. Armstrong le había quitado el coche. Fue el colmo. Sudor caliente. El de la rabia. Llamó a su hermano Fran. Vino a buscarle y le llevó, en un vehículo privado, hasta Annecy. Salió el último y llegó el primero. Su mejor victoria. En la crono. En solitario. Como ha ganado su segundo Tour.

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