Muchos ciudadanos piensan que la avenida Blasco Ibáñez incita a correr, y creo que no hay nada más alejado de la realidad. Quien incita a correr es el imbécil de turno que piensa que todo vale con un volante en la mano.
Esa es la ciudad que la mayoría de los valencianos quieren, una gran avenida por la que se pueda correr a grandes velocidades para poder llegar a ninguna parte, es decir, al mar. Una vez en el mar no sé que pretenden hacer con los coches, igual piensan que son híbridos y que con ellos pueden llegar a Ibiza.
Han sido tres muertos en menos de un mes en dicha avenida por culpa de la mezcla de alcohol, drogas, imbecilismo y velocidad, y la culpa no la tiene la avenida, la tienen los humanos. Y como a los humanos no se les puede cambiar de repente, y al estado no les interesa cambiarlos desde la escuela, hay que evitar esas grandes avenidas donde los descerebrados puedan alcanzar grandes velocidades. Tenemos que planear una ciudad en que se prime el transporte público, la bicicleta, y donde el vehículo privado pueda transitar sin apenas semáforos con una velocidad inferior a 40 kms. por hora.
Eso es el Cabanyal, el lugar donde los vehículos que vienen a grandes velocidades por Blasco Ibáñez, puedan tamizarse por el barrio hacia la playa, con lugares de aparcamiento, comercios y bares y restaurantes donde poder pasar el día en su aventura playera (sólo hay que ver los comercios que existen en la avenida Blasco Ibáñez, uno o ninguno).
Por otro lado sigo sin entender como se fabrican coches que alcanzan los 200 kms/hora, y como los Estados dejan que dichos artilugios mortales salgan a nuestras calles. Eso me recuerda que quien permite que los cigarros maten son los mismos (los mismo que por otro lado prohíben las drogas o la prostitución).
Al final los gobiernos también tendrán que prohibir que los vehículos vayan a más de cincuenta kilómetros por hora, aunque para ello sea obligatorio que todos llevemos un limitador de velocidad.
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